El aguacate es un fruto tropical originario del centro de América (México, Guatemala, El Salvador y Perú), con muchas propiedades beneficiosas. Por eso, es bueno que le ofrezcas aguacate a tu bebé desde los 12 meses.
El aguacate está cada vez más de moda gracias a sus propiedades:
– Es fuente de ácidos grasos monoinsaturados, es decir, grasas saludables que ayudan al desarrollo del sistema nervioso y el cerebro del bebé. Los principales son el ácido oleico y los ácidos grasos omega 3 y omega 6. Además, ayudan a controlar los niveles de triglicéridos y colesterol malo.
– Posee grandes cantidades de vitamina E y estimula la formación de colágeno, fortaleciendo la salud de la piel, las uñas y el cabello.
– Es rico en fibra, evitando el estreñimiento, un problema habitual en bebés.
– Contiene vitamina D, necesaria para regular la absorción de calcio y fósforo, por lo que ayuda al crecimiento y fortalecimiento de los huesos y los dientes.
– Es rico en minerales como potasio, calcio, hierro, magnesio y zinc. Tiene más potasio que el plátano, por ejemplo, lo que lo hace importante para el buen funcionamiento del sistema muscular. Mientras que el magnesio, junto con la vitamina B6, favorecen nuestro sistema nervioso.
– Es una de las pocas frutas que aportan ácido fólico o vitamina B9, fundamental para la regeneración celular, así como a la hora de prevenir mutaciones en el ADN.
– Contiene carotenoides y fitoquímicos activos que mejoran la salud en general y refuerzan el sistema inmunitario.
Además, por su textura y sabor suele gustar a los bebés, aunque no se recomienda abusar de su consumo ya que es muy calórica.
Se puede empezar a ofrecer a los bebés a partir de los 12 meses. No se recomienda hacerlo antes por su capacidad alergénica, aunque en países donde forma parte de la dieta habitual de la madre, como México, se puede dar antes de esta edad.
Se puede consumir crudo, en ensaladas, untado en una rebanada de pan para la merienda o el desayuno… También se puede mezclar con la leche o el yogur.
Se debe consumir maduro, es decir, que la pulpa esté blanda y se pueda sacar fácilmente con una cuchara. Una vez se abre se oxida y se vuelve negro enseguida, lo que se puede evitar añadiéndole unas gotitas de limón y guardándolo en la nevera.